ANUNCIO de la PALABRA: alimentarnos de la Palabra de Dios para ser servidores de
la Palabra en el compromiso de la evangelización, es una prioridad para la Iglesia al
comienzo del nuevo milenio. Estamos en la hora de la nueva evangelización. Esta pasión
suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera que implicará la responsabilidad de
todos los miembros del Pueblo de Dios. Quien ha encontrado a Cristo no puede tenerlo
sólo para sí, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido
como compromiso cotidiano de las comunidades y de los grupos cristianos. Esto debe
hacerse respetando el camino siempre distinto de cada persona y atendiendo a las
diversas culturas en las que ha de llegar el mensaje cristiano, de tal manera que no se
nieguen los valores peculiares de cada pueblo, sino que sean purificados y llevados a su
plenitud.
La propuesta de Cristo se ha de hacer a todos con confianza.
Si hemos contemplado el rostro de Cristo, nuestra programación pastoral se inspirará en
el mandamiento nuevo que El nos dio: el AMOR FRATERNO (Jn.13, 34).
Otro aspecto importante es el de la COMUNIÓN que encarna y manifiesta la esencia del
misterio de la Iglesia. La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que,
surgiendo del corazón del Padre, se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús
nos da para hacer de nosotros un solo corazón y una sola alma. Realizando esta comunión
de amor, la Iglesia se manifiesta como sacramento, o sea, signo e instrumento de la íntima
unión con Dios y de la unidad del género humano
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